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CASOS: SIGUEN LAS DISCREPANCIAS SOBRE EL ESTADO MENTAL DEL ACUSADO

"Pantriste", un apodo que desató un

 

 crimen a la salida del colegio

Cansado de las burlas, Javier Romero hace un año mató de un tiro en la cabeza a uno de sus compañeros

 

"ME VOY A HACER RESPETAR". Eso fue lo que gritó Romero antes de empezar a disparar. Ya hace un año que está preso. (Santiago Porter)

    El 31 de julio Javier Romero pasó su cumpleaños número 20 preso en la cárcel de Dolores. Antes había permanecido alojado unos meses en la comisaría de Rafael Calzada y otro tanto en el penal de Sierra Chica. Sus amigos del barrio San José, uno de los más pobres del sur del conurbano, aún insisten en que es un "buen pibe". Marta Martínez de Salvador sólo se refiere a él como "el asesino".

    Y Marta tiene sus razones. Hace un año, el mediodía del viernes 4 de agosto de 2000, Romero baleó a su hijo, Mauricio Salvador —de 16 años—, en la puerta de la Escuela de Educación Media N° 9 de Rafael Calzada, donde ambos cursaban primer año del Polimodal. El chico murió dos días después en el Hospital Fiorito de Avellaneda.

Romero fue detenido el mismo 4 de agosto por la tarde. Desde entonces todos lo identifican y lo recuerdan por su apodo: "Pantriste". Así lo habían bautizado las chicas del curso inspirándose en el personaje principal de una película de dibujos animados de Horacio García Ferré, estrenada a mediados de 2000.

   Flaco, desgarbado y retraído  - como el personaje de la película- - Romero era centro de las burlas de sus compañeros.

Aquí podemos ver una foto de Javier Romero, alias Pantriste

   Odiaba su sobrenombre y, de acuerdo con los investigadores, las constantes cargadas y bromas sobre su forma de ser fueron el detonante del crimen.

    El caso se resolvió rápidamente y hoy la causa ya está en la etapa del juicio oral. A más tardar se realizará en los tribunales de Lomas de Zamora el año que viene. Sin embargo, ni jueces ni psiquiatras pudieron ponerse de acuerdo aún en un punto central: ¿Romero entendía realmente lo que estaba haciendo cuando disparó? ¿Es penalmente responsable?

    La duda sobre el estado mental del acusado se origina en las discrepancias entre dos pericias psiquiátricas ordenadas por la Justicia. La primera consideró que tenía una personalidad "pobremente estructurada" pero sabía perfectamente lo que hacía. La segunda concluyó que había obrado "fuera de sí".

    "Pocos días antes de la feria judicial, la Cámara Penal de Lomas decidió que el caso debía ir a juicio oral. La Defensora oficial que representa a Romero había pedido que se lo considerara inimputable, y se lo sobreseyera. Pero los camaristas evaluaron que había suficientes elementos para ir a debate", explicó a Clarín Leon Zimmerman, abogado de la familia Salvador, que se presentó como "particular damnificada" (querellante) en la causa.

    Al decidir sobre el pedido de la defensora oficial, la Cámara no opinó sobre las contradicciones en las pericias psiquiátricas. Consideró que ese punto debía profundizarse y resolverse en el juicio oral.

    De esta manera apoyó la postura de los fiscales Domingo Ferrari y Walter Distefano, que el 12 de marzo de este año habían pedido formalmente que Romero fuera a juicio acusado de "homicidio simple", por haber matado a Mauricio Salvador, y también por "tentativa de homicidio simple", porque con un segundo balazo hirió a otro compañero: Gabriel Ferrari, de 18 años.

Un grito

    "Me voy a hacer respetar", gritó Romero cuando él y sus 30 compañeros de primer año, segunda división, salían del colegio para ir a almorzar a sus casas. La puerta de la Escuela de Educación Media N° 9 estaba llena de adolescentes. Romero llevaba en la mano un revólver Pasper calibre 22 corto que había pertenecido a su padre, muerto unos meses antes. Con él disparó al menos dos veces.

    La primer bala le pegó a Mauricio Salvador en la cabeza y lo derrumbó en la vereda. La segunda rozó a una chica e hirió, también en la cabeza, a Gabriel Ferrari.

    Romero escapó a la carrera mientras el resto de los chicos corría a refugiarse en casas y comercios vecinos. Uno de sus compañeros lo siguió unas cuadras, pero el chico amenazó con dispararle y él desistió de perseguirlo. De todas maneras, fue detenido pocas horas después.

    La Policía lo tenía totalmente identificado y fue a buscarlo a su casa, en el barrio San José, también de Rafael Calzada. Allí sólo estaba Luisa, su madre, y uno de sus hermanos.

La mujer decidió llevar a los policías hasta donde estaba su hijo, en lo de un primo, cerca de la escuela. Madre e hijo subieron a un patrullero, que terminó en la comisaría de Calzada.

"El estaba cansado de que lo persiguieran, lo tenían amenazado, no quiso hacerlo", dijo entonces, llorando, Luisa Romero.

En una celda, Javier Romero pasó los siguientes siete meses, hasta que lo trasladaron a Sierra Chica. "¿Pantriste? Un tipo tranquilo", lo recuerdan en la seccional.

 

Por VIRGINIA MESSI. De la Redacción de Clarín.

Fuente: Clarín Sabado 11 de agosto 2001

 

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